domingo, 5 de agosto de 2007

César y los piratas



Historia clásica nos cuenta que los jóvenes aristócratas romanos que se iniciaban en la política eran conocidos por su altísimo nivel de gasto, endeudamiento e impagos. Progresar en la política romana se basaba en gran medida en la capacidad de soborno, de ahí la necesidad de grandes sumas de dinero y el recurso a los prestamistas.
Cuando la situación con los acreedores se volvía insoportable, como a César le pasó más de una vez, el propio aprendiz de político se exiliaba lejos de Roma, camuflándolo como un viaje de estudios.
De regreso de uno de estos viajes de estudios, César fue apresado por los piratas. E hizo un rápido cálculo mental: Si en lugar de pedir por mí 20 talentos hago que los piratas pidan 50, sólo pueden pasar 3 cosas:
Que nadie pague, con lo que acabaré en el fondo del mar.
Que Roma pague mi rescate, con lo que regresaré sano a casa.
Que además de que Roma pague, yo, César, sea capaz de regresar a la guarida de los piratas, ajusticiarlos y reclamar para mí el valioso botín, como justa compensación por mi largo cautiverio.
César no dejó pasar la oportunidad y se cumplió la tercera hipótesis, salvando la vida y cobrándose luego el botín.

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