sábado, 31 de marzo de 2007

Excéntrico Heliogábalo





Perteneciente a la familia de los Severos, el emperador Heliogábalo no escogía a sus generales en función de su inteligencia, sino del tamaño de su miembro viril.

Icono posterior del movimiento decadente, Heliogábalo ascendió al trono de Roma en el año 218 A.D. Nada más ser proclamado emperador forzó su casamiento con una virgen sacerdotisa de Vesta, Aquilia Severa, lo cual enfureció al pueblo romano.
Y es que, ciertamente, Heliogábalo fue un emperador que rompió moldes. Así, por ejemplo, nombró a las primeras mujeres para el Senado: su madre y su abuela. Ante el mismo Senado, el emperador realizaba ritos sus obscenos en honor del dios el-Gabal, divinidad fenicia de carácter erótico.
Por las noches, el emperador desaparecía de palacio. Marchaba por las calles de Roma vestido de mujer, en busca de compañía masculina. Para poner fin a sus escarceos, el emperador se dejó aconsejar: construiría un burdel en el mismo palacio.
Sin embargo, algo incomodaba al emperador... Había algo, no sé... Así que decidió cortar por lo sano; quería castrarse. Pero no hubo médico capaz de realizar la operación, a pesar de la fuerte recompensa que el emperador ofrecía. La recompensa podía tornarse en cualquier momento en venganza.
El historiador Dión Casio cuenta que Heliogábalo terminó casándose con un esclavo de gran estatura y nombre griego, Hierocles, al cual nombró su marido. Y el marido acabó tiranizando a su mujer. Heliogábalo realizaba las labores domésticas, e incluso pensó en abdicar en favor del esclavo enorme y brutal; Heliogábalo quería ser emperatriz. Pero sus planes quedaron frustrados, pues surgió un pequeño contratiempo. Que lo asesinaron. Y su cuerpo fue arrojado al río Tíber.

 



miércoles, 21 de marzo de 2007

Lucía y las calcomanías celestiales






La escritora, copiosa y sobredimensionada, se enseñorea y copia todo lo que se le pone a tiro. Su literatura, en cambio, pierde peso con los años. Si es que alguna vez tuvo algún peso.
Lucía alega intertextualidad al copiar de otros autores, pero lo único que hay es copiada. En el texto pueden intercalarse refranes, dichos o extractos de la sabiduría popular cuyo autor, un tal Anónimo, nunca se queja porque no existe. Al fin y al cabo, el refrán, dicho o extracto de la sabiduría popular, adquiere su forma definitiva gracias a la contribución de muchos autores o enriquecedores desconocidos. Aquí no hay pecado. Sí, en cambio, en copiar a un autor con nombre y apellidos. Y la Echevarría ha copiado a Antonio Colinas, Elisabeth Wurtzel y Jorge Castelló. Acciones, las dos primeras, que la han llevado ante los Tribunales y le han hecho perder pleitos, pero que le generan polémicas, publicidades y ventas suficientes como para seguir viviendo de la pseudoliteratura del autohundimiento.


Leer la noticia en El Confidencial

martes, 20 de marzo de 2007

La divina comedia



Virgilio acompaña a Dante Alighieri en su viaje por el infierno, el cielo y el purgatorio, en busca de su amada Beatriz.
Cuando estés ante la dulce y luminosa mirada de aquella cuyos bellos ojos todo lo ven, sabrás por ella el futuro de tu vida (da lei soprai di tua vita il viaggio).
El viaje comienza en el infierno. Dante habla de los espantos que allí encuentra, ante los cuales: No morí y no permanecí vivo.
Vi por aquel aire espeso y oscuro moverse andando una figura allá en lo alto, espantosa aun para el ánimo más firme, parecida al marinero que bajo el agua descendió tal vez para desprender el ancla, aferrada a un escollo o a otro obstáculo oculto en el mar, y que al mismo tiempo extiende los brazos y encoge los pies.
Luego vi mil rostros amoratados por el frío, de donde me ha quedado el horror con que miraré siempre los estanques helados. Y mientras caminábamos hacia el centro, sobre el cual gravita todo, y yo temblaba en la eterna sombra, no sé si fue suprema voluntad, azar o destino que, andando entre las cabezas, di fuerte con el pie en el rostro de una.
Otros encuentros son menos aterradores: Se volvió y pareció uno de aquellos que corren en Verona por el campo tras la bandera verde, y entre ellos, más de los que vencen que de los que son vencidos.
En el purgatorio, Virgilio le dice (así me hablaba mientras íbamos caminando; sì mi parlava, e andavamo introcque):
Siempre el hombre, en el cual un pensamiento bulle sobre otro pensamiento, se aleja de su meta, porque uno debilita el ímpetu del otro.
Y más adelante: Por tener fija la mente sólo en las cosas terrenas, sacas tinieblas de la verdadera luz.
Dante nos dice a todos: ¿No os acordáis de que somos gusanos nacidos para formar la mariposa angelical que vuela sin obstáculos hacia la justicia?
Termina su camino por el Purgatorio: Regresé de la sacrosanta andanza renovado, al modo que se renuevan las plantas con frescos brotes, purificado y dispuesto a subir a las estrellas.
En el cielo, al encontrar a su amada Beatriz: De repente pareció como que un día se agregara a otro, como si Aquel que todo lo puede hubiese adornado el cielo con otro sol.
Ella le dice: El mayor don que Dios, en su liberalidad, nos hizo al crearnos, el que está con la bondad más conforme y el que más estima, fue el del libre albedrío.
Al final del viaje, Dante Alighieri baña su vista en la profunda y clara sustancia de la alta luz. Sus palabras serán más insuficientes para decir lo que recuerdo que las de un niño que bañe aún la lengua en la leche de la madre.

miércoles, 14 de marzo de 2007

El laberinto del minotauro

 


 


Al final de cada Gran Año la ciudad de Atenas tenía que enviar a Creta como tributo siete muchachos y siete doncellas. Teseo, primo de Hércules, fue uno de los muchachos elegidos.
Antes de iniciar el viaje, en el Templo del Delfín, Teseo ofreció a Apolo una rama de olivo atada con lana blanca para que el dios le protegiera.
El sacerdote le dijo:
-La diosa Afrodita será tu guía.
El sexto día del mes de Muniquión –o sea, un 6 de abril- partió la nave con los jóvenes atenienses. El piloto de la nave se llamaba Féax. El barco llevaba las velas negras por la pena profunda que los ciudadanos de Atenas sentían al despedir a sus muchachos. Sin embargo, Teseo guardaba una vela blanca –en señal de esperanza- pues pensaba regresar y colocarla en su nave a la vuelta.
La nave llegó a la isla de Creta, donde fue recibida por el rey Minos. Entre los acompañantes del rey estaba su hija Ariadna, que nada más ver a Teseo se enamoró de él.
El rey Minos dijo a los muchachos recién llegados:
-Si queréis regresar a casa tendréis que derrotar al Minotauro.
El Minotauro era un monstruo con cabeza de toro que se encontraba en un Laberinto del que nadie había conseguido salir con vida. Teseo sería el encargado de intentar matar al monstruo, primero, y de encontrar la salida del Laberinto, después.
Ariadna le dijo a Teseo:
-Te ayudaré a matar al Minotauro si me llevas contigo a Atenas y me haces tu esposa.
Teseo estuvo de acuerdo. Y Ariadna le entregó entonces un ovillo mágico.
Teseo ató un cabo del ovillo a la puerta de entrada y, armado de una poderosa maza, se adentró en el Laberinto para hacer frente al Minotauro, llamado Asterión. Después de atravesar muchas puertas, pasillos y pasadizos, siempre deshaciendo el ovillo mágico tras de sí, Teseo se encontró frente a frente con el Minotauro –el toro del rey Minos- y lo mató con su maza.
Luego siguió el hilo que había dejado atrás, y consiguió salir del Laberinto.
A la noche siguiente, Teseo, Ariadna, el piloto Féax, y el resto de los muchachos se embarcaron en la nave sin que el rey Minos los viera partir (pues aunque tenían derecho a regresar a su hogar al haber derrotado al Minotauro, el rey no sabía que su hija también se marchaba con ellos).
Unos días después la tripulación desembarcó en la isla de Naxos para descansar. Por la noche, mientras Teseo dormía, el dios Dionisio se le apareció en sueños y le pidió que le entregase a Ariadna.
Teseo, al despertar, vio que la nave de Dionisio se acercaba a la isla. Y comprobando que su sueño se había hecho realidad, antes de que Ariadna se despertara, huyó de la isla con el resto de los muchachos. Ariadna, sin embargo, se quedó dormida y abandonada en la playa.
Dionisio, desde su barco, lanzó un hechizo a la nave de Teseo para que éste olvidara la promesa que había hecho a Ariadna de casarse con ella.
Cuando Ariadna despertó, se vio sola en la isla y empezó a llorar desconsoladamente.
El dios Dionisio oyó su llanto mientras desembarcaba en la isla. Dionisio llegaba con su alegre corte de Sátiros y Ménades, quienes, con el correr del tiempo, serían los que animarían la futura boda del dios con Ariadna. En la ceremonia, Dionisio puso en la cabeza de su prometida una corona de oro y gemas rojas de la India dispuestas en forma de rosa.
Después de la boda, Dionisio colocó la corona entre las estrellas del cielo.
Y ahora, si miráis al norte, aún podréis ver la Corona Boreal de Ariadna, tal y como Dionisio la dejó.

 

martes, 13 de marzo de 2007

De compras




Hay días en los que todo se junta: el trabajo, las tareas del hogar, las compras diarias...
-¿Me da un kilo de leche?
-La leche no se pesa; se mide.
-Pues entonces déme dos metros de leche.

Y luego está el ajetreo de las compras extraordinarias. Cuando nos da por hacer regalos.
-Este reloj tiene la esfera fluorescente. Si lo tira al suelo, no se rompe; se puede bañar con él...
-¿Y funciona?
-Hombre, usted es muy exigente.

lunes, 12 de marzo de 2007

Rosa Regás: la bibliotecaria nacional




La autora de La canción de Dorotea pasó del premio Planeta a la dirección de la Biblioteca Nacional. Millones de por medio. Ahora, en el manejo presupuestario.Pero la Regás se hace un lío con los papeles y los dineros. Invita a conferenciantes desconocidos, les paga mil euros por charla, luego se van todos de cena al restaurante Nicolás (nosotros pagamos)... Ha rebasado el presupuesto anual, ha pedido un crédito extraordinario... La Regás se ha gastado 232 millones de pesetas en actos culturales a favor de la República; tiene tres secretarias; en dos años ha tenido cinco chóferes... Hala, una vueltecita, y a la calle. Ninguno le convencía. En cambio, las secretarías sí que le convencían. Y por triplicado.

Dorotea la bibliotecaria pretendía mandar a paseo la estatua de Menéndez Pelayo. Tampoco le gustaba. La Regás ignoraba un informe que advertía de la naturaleza precaria de la estatua; su piedra no soportaría la intemperie ni la contaminación del Paseo de Recoletos.

¿Soportaría la Regás el frío de la intemperie, trasladada a la calle en el sillón político, o mejor, levantada de él? Con su dirección de la Biblioteca Nacional, ¿la contaminación está por fuera, o por dentro? ¿Tiene riego, la Regás?

sábado, 10 de marzo de 2007

Nausícaa



En la nación de los feacios el adulterio cometido por la mujer estaba castigado con la pena de muerte. (Al hombre se le propinaba una reprimenda, pero sólo si su cómplice era fea).
Nausícaa se libró de morir ajusticiada porque delante de los jueces se excusó diciendo:
No recaí en el adulterio sino en la gula, y levantó la túnica de su amante hasta más arriba del pubis.
Como la gula no era un delito, los jueces dejaron en libertad a Nausícaa. Pero confiscaron al amante.

Del libro El jardín de las delicias, de Marco Denevi.

viernes, 9 de marzo de 2007

Mesalina generosa



Durante la ausencia del emperador Claudio de Roma, su esposa Mesalina lanzó un desafío al gremio de prostitutas. Pidió que le enviasen a una representante para que compitiera con ella en palacio, a fin de ver cuál de las dos agotaba a más amantes en el curso de una noche. El gremio mandó a una famosa siciliana, llamada Escila (como el nombre del remolino marítimo). Cuando llegó el alba, Escila se vio obligada a confesarse derrotada al vigesimoquinto amante, pero Mesalina continuó hasta que el sol estuvo bien alto. La mayor parte de la nobleza fue invitada a asistir a la prueba. Muchos hombres participaron en ella; y Mesalina convenció a tres o cuatro mujeres para que compitiesen también.

martes, 6 de marzo de 2007

Mentes prodigiosas

 



 


Villa Ceporra del Tontete era un pueblo conocido por la inteligencia de sus habitantes. Curiosillo Pérez se fue hasta allí para hacer un reportaje periodístico.
En la calle se encontró con un anciano de aspecto saludable:
-Pues aquí donde me ve, dentro de ocho días cumpliré ciento nueve años.
-¿Y a qué atribuye usted haber vivido tantos años?
-A que nací muy pronto.
A otro sujeto que se acercaba le preguntó:
-¿Y cómo se llama usted?
-Tajo.
-Es curioso. Hay un río que también se llama así.
-Sí, pero no soy yo.
Curiosillo sorprendía las conversaciones de la gente. Un matrimonio se decía:
-¿Qué le diste ayer al caballo para que se pusiera tan bravo con la yegua?
-Un jarabe nuevo, muy potente, que le recetó el veterinario.
-¿Y cómo se llamaba?
-No lo recuerdo, pero te puedo decir que sabe a menta.
Junto al matrimonio había una pareja de novios acaramelados:
-¿Qué sería el tiempo sin ti? –decía ella.
-Empo, sería empo.
Y junto a la pareja romántica, una familia a la que le acababa de tocar la lotería. Los hijos decían:
-Papá, yo quiero una moto.
-Y yo un coche.
-Yo quiero un vídeo -decía la hija.
-¿Un vídeo? ¿Y para qué quieres un video? Tú te lavas en la palangana como tu madre.
Entre los profesionales cualificados, las conversaciones seguían la misma tónica. Por ejemplo, en su consulta, un médico le preguntaba a su paciente:
-¿Y dónde nota usted la molestia?
-En el brazo derecho. Hace quince días que llevo el termómetro que usted me puso.
Desconfiando del alto nivel que la medicina había adquirido en el pueblo, Curiosillo se dirigió al depósito de cadáveres. En la puerta, un guarda preguntaba a un sujeto:
-¿Busca a alguien?
-Sí, a un amigo mío que se ahogó ayer.
-¿Puede darme algún dato en particular que lo describa?
-Era sordo del oído izquierdo.
De paseo por el campo, camino de la estación de tren, escuchó que un paleto le preguntaba a un labrador:
-¿Qué llevas en el cesto?
-Si lo aciertas, te doy un racimo.
-Patatas.
En la misma estación había un cartel que decía: Disléxicos del mundo, udosni.
Curiosillo se dirigió a la taquilla y compró un billete. Luego se sorprendió a sí mismo diciendo:
-¡Cómo he engañado al de la taquilla! ¡He comprado ida y vuelta y no pienso volver...!

 

domingo, 4 de marzo de 2007

Quevedescos





Francisco de Quevedo Villegas, caballero español de la Orden de Santiago, lengua mordaz cuyas sátiras circulaban por las esquinas de un Madrid austríaco, Villa y Corte, centro de un imperio donde ya empezaba a ponerse el sol, tenía como enemigo, más que rival, a Luis de Góngora, de quien dice:

Descubierto habéis la caca
con las cacas que cantáis.


Quevedo se queja de su mala suerte desde que parióme adrede mi madre. Dice:

No hay necio que no me hable,
ni vieja que no me quiera,
ni pobre que no me pida,
ni rico que no me ofenda.

Y sigue:

Agua me falta en el mar,
y la hallo en las tabernas:
que mis contentos y el vino
son aguados dondequiera.


Y ahora, un soneto completo. Muchos primeros versos son prometedores -Toda esta vida es hurtar, o Pecosa en las costumbres y en la cara-, pero vamos a quedarnos con:

Puto es el hombre que de putas fía,
y puto el que sus gustos apetece;
puto es el estipendio que se ofrece
en pago de su puta compañía.

Puto es el gusto, y puta la alegría
que el rato putaril nos encarece;
y yo diré que es puto a quien parece
que no sois puta vos, señora mía.

Más llámenme a mí puto enamorado,
si al cabo para puta no os dejare;
y como puto muera yo quemado,

si de otras tales putas me pagare;
porque las putas graves son costosas,
y las putillas viles, afrentosas.

viernes, 2 de marzo de 2007

Antonio Gala




¿Escritorzuelo o juntaletrillas? Su rostro acartonado no desvela misterios de ultratumba... Deleite de señoras mayores -igualmente de ultratumba-, Gala ensarta sensiblerías con verbo transido y extático, inspiraaado... Su lengua efectista transmuta a las señoras mayores, desempolvando sus intimidades ocultas bajo un abrigo de siglos.

Hace años, Gala se especializó en escribir obrillas de teatro para su estreno en el Palacio del Pardo, junto a un general y su familia. Hace años que Gala ha olvidado el episodio, ubicado en un pasado remotísimo. Desde entonces, Gala viste una nueva chaqueta. Es la estrategia del despiste y el camuflaje.

Amanerado hasta en el bastón, Gala tiene un perro llamado Troilo. Su columna periodística -la de él, no la del perro- se llama La Tronera. En ésta, más que truenos suenan temblorcillos, fruslerías para incautos, y -eso sí- mucha indiferencia y crueldad para las víctimas verdaderas de la vida. Gala vive en su mundo, empapelado de papeles de colores; o sea, de billetes. Un mundo de feria del libro y de vanidades.

Más sátiras

Los últimos creyentes en la antigua religión de Egipto




Al verse castigados con aquellos animales que habían tenido como dioses y que ahora eran su tormento, reconocieron que el verdadero Dios era aquel a quien se habían negado a conocer. ¡Así cayó sobre ellos el castigo final! (Sabiduría 12, 27)

La pirámide de cristal era nuestro templo. Allí pasábamos la mayor parte del día, de sol a sol. Nuestra farmacopea se adentraba en el misterio último de los elixires.
En la cima de la pirámide estaba la cumbre de nuestra creación, donde se desarrollaban las investigaciones embrionarias para el estiramiento definitivo del tiempo. Rozábamos el sueño eterno del hombre. La ciencia quedaría sublimada con el logro de la inmortalidad.
El castigo que infligíamos en nuestras investigaciones no era grande. El dolor de los sacrificados lo combatíamos con tenacidad. En todo caso, su sacrificio serviría para la salvación de bastantes. No éramos vampiros de clones, sino benefactores de una humanidad mejor.
Sin embargo, unos embozados robaron nuestro tesoro. Actuaron de noche, mal iluminados por una media luna. En unos frascos se llevaron los pequeños organismos que sembrarían el terror. Todavía no sé bien quién fue más culpable: si ellos por haberlos robado o nosotros por haberlos tenido.
La tormenta de los virus mortíferos estaba al caer. Indefectiblemente, como fuego de azufre, se desatarían las plagas infinitas. Había que huir antes de que nos alcanzaran.
Y huimos.

El viaje ha comenzado. Anoche pasamos el mar Rojo. Aunque ahora tenemos por delante todo un desierto, confío en que pronto llegaremos a la tierra de redención, la Tierra Prometida donde la leche y la miel corren como el agua (Deuteronomio 6, 3).