Francisco de Quevedo Villegas, caballero español de la Orden de Santiago, lengua mordaz cuyas sátiras circulaban por las esquinas de un Madrid austríaco, Villa y Corte, centro de un imperio donde ya empezaba a ponerse el sol, tenía como enemigo, más que rival, a Luis de Góngora, de quien dice:
Descubierto habéis la caca
con las cacas que cantáis.
Quevedo se queja de su mala suerte desde que parióme adrede mi madre. Dice:
No hay necio que no me hable,
ni vieja que no me quiera,
ni pobre que no me pida,
ni rico que no me ofenda.
Y sigue:
Agua me falta en el mar,
y la hallo en las tabernas:
que mis contentos y el vino
son aguados dondequiera.
Y ahora, un soneto completo. Muchos primeros versos son prometedores -Toda esta vida es hurtar, o Pecosa en las costumbres y en la cara-, pero vamos a quedarnos con:
Puto es el hombre que de putas fía,
y puto el que sus gustos apetece;
puto es el estipendio que se ofrece
en pago de su puta compañía.
Puto es el gusto, y puta la alegría
que el rato putaril nos encarece;
y yo diré que es puto a quien parece
que no sois puta vos, señora mía.
Más llámenme a mí puto enamorado,
si al cabo para puta no os dejare;
y como puto muera yo quemado,
si de otras tales putas me pagare;
porque las putas graves son costosas,
y las putillas viles, afrentosas.
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