domingo, 9 de marzo de 2008



¡No sólo molesta, sino peligrosa situación! Porque los maduros a nada tienen tanto asco como a la inmadurez, y nada les resulta más odioso. Ellos soportarán fácilmente al espíritu más destructivo a condición de que actúe dentro del marco de la madurez. No les asusta un revolucionario que combate un ideal maduro con otro ideal maduro y que, por ejemplo, destroza a la monarquía con la república o, al contrario, despedaza a la república con la monarquía. ¡Hasta lo ven con agrado cuando funciona bien el sublimado, maduro negocio! Pero si, en alguien huelen la inmadurez, si huelen al jovencito, se echarán sobre él, lo picotearán hasta matarlo, como los cisnes picotean al pato, lo aplastarán con su sarcasmo. Entonces, ¿cómo terminará todo eso? ¿Adónde llegaré por ese camino? ¿Cómo se ha originado en mí (pensaba yo) esa esclavitud de lo informe, esa fascinación por lo verde; acaso porque provenía de un país rico en seres no pulidos, primitivos y transitorios, donde ningún cuello queda bien a nadie, donde más que la melancolía y el destino son los incapaces y perezosos quienes se quedan por los campos gimiendo? ¿O puede ser porque vivía en una época pasajera que a cada rato inventaba lemas y muecas y en convulsiones retorcía su rostro de mil maneras?... El alba pálida entraba por la ventana, y yo, mientras hacía así el balance de mi vida me sacudía entre sábanas una risita indecente, roja de vergüenza, y estallaba yo en una impotente, bestial carcajada mecánica y piernal, como si alguien me hiciese cosquillas en el talón, ¡como si no fuese mi rostro, sino mi pierna la que carcajeaba! ¡Había que acabar con eso de una vez por todas, romper con la infancia, tomar la decisión y empezar de nuevo; había que hacer algo! Y entonces me iluminó de repente este pensamiento sencillo y santo: que yo no tenía que ser ni maduro ni inmaduro, sino así como soy... que debía manifestarme y expresarme en mi forma propia y soberbiamente soberana, sin tomar en cuenta nada que no fuera mi propia realidad interna. ¡Ah, crear la forma propia! ¡Expresarse! ¡Expresar tanto lo que ya está en mí claro y maduro, como lo que todavía está turbio, fermentado! ¡Que mi forma nazca de mí, que no me sea hecha por nadie! ¡La excitación me empuja hacia el papel!


Así se expresó Witold Gombrowicz, en Ferdydurke

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Pues es una manera bien hermosa de expresarse, buscando la autenticidad, como debe ser, no ateniéndose a prejuicios. Besos.

Susana dijo...

osea que para él, era poco menos que un orgasmo el escribir no? me ha gustado mucho satirillo

Margarita dijo...

Llegué a tu blog mediante tu amable visita y ha sido un gusto pasearme por aquí. Este texto me gustó mucho, sobre todo las líneas del final. La verdad es se puede una identificar con la situación:

“¡Ah, crear la forma propia! ¡Expresarse! ¡Expresar tanto lo que ya está en mí claro y maduro, como lo que todavía está turbio, fermentado! ¡Que mi forma nazca de mí, que no me sea hecha por nadie! ¡La excitación me empuja hacia el papel!”

Un abrazo,

Margarita

Margot dijo...

Una buena forma de expresar su creatividad o la necesidad de ella...

Muy bueno!

PD.- recibiste mi correo? jajajaja, jarta estoy de nuestras comunicaciones....

juan rafael dijo...

Yo no sé si maduraré algún dia.

Nadie dijo...

Extraño escrito.
Cuando vivimos en una época en la que todo lo que no es joven está mal visto es curioso este texto.

Anónimo dijo...

isabel, buscar la forma personal, el estilo propio. Escribir para encontrarse, al fin y al cabo.

susana, parece que le gustaba dejarse llevar por el placer ;)

margarita, muchas gracias.

margot, ¡no lo recibí!

juan rafael, yo tampoco ;)

nadie, la eterna "adolescencia", siempre "careciendo".

Un saludo

Margot dijo...

Agggggg!!

Haz una cosa, envíame un correo tú a marsago@gmail.com y te lo reenvío en la respuesta... a ver si así somos capaces!!! jajaja