viernes, 27 de abril de 2007

Los placeres y los días


Nos cuentan en Hortus Hesperidum que entre los romanos existía la costumbre, de origen cretense, de señalar con una piedra blanca los días felices y con una negra los especialmente tristes. Así aparece en una nota anónima a la Sátira II del poeta Aulo Persio Flaco, ya sabéis, mi tocayo.
Según Plinio -en Naturalis Historia VII 130-132-, esta costumbre la tenían también los tracios, quienes diariamente colocaban en un recipiente, cántaro o tinaja, un guijarro blanco para cada día feliz, y (se deduce) uno negro para cada día desgraciado. Al finalizar el año –o, según Plinio, la vida- se hacía un recuento de las piedras blancas y se consideraba que se había vivido sólamente esos días. En este sentido, leemos en Marcial X, 38:
¡Oh gratos para ti, Caleno, los quince años de matrimonio que, en compañía de tu querida Sulpicia, una divinidad te concedió y permitió vivir! ¡Oh noches todas y horas, que han sido marcadas con piedras preciosas del litoral indio! ¡Oh, qué combates los que, por parte de ambos, contemplaron el lecho feliz y la lámpara borracha con el rocío de Niceros! Viviste, oh Caleno, tres lustros: esta época es computada por ti entera y sólo cuentas los días de matrimonio. Si de ellos, Átropos, después de ser suplicada durante mucho tiempo, te devolviese incluso un solo día, lo preferirías a cuatro veces la vejez del anciano de Pilos.

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