Las Vestales custodiaban el fuego sagrado y eran las únicas sacerdotisas de la antigua Roma. Las elegía el Pontífice Máximo entre las más distinguidas familias patricias a la edad de 6 a 10 años. Servían a la diosa durante 30 años, viviendo en la Casa de las Vestales a cargo del erario público. Tras ese tiempo podían volver junto a sus familias o casarse. Participaban en la vida religiosa de la ciudad, en distintas fiestas, y preparaban la mola salsa, una harina ritual que se empleaba en todos los sacrificios, pues se extendía sobre el animal conducido al sacrificio. De este hecho procede la palabra inmolar y así nos lo explica Servio en Comentarios a la Eneida X, 541:
propiamente se dice que las victimas son inmoladas no cuando son sacrificadas, sino cuando reciben la mola salsa.
En el podio del templo de las vestales se abría una cavidad trapezoidal a la que se accedía solo desde la cella, que parece ser la ubicación del penus Vestae, donde se guardaban unos misteriosos objetos sagrados que aseguraban la grandeza de Roma que no podían ser vistos más que por las sacerdotisas, y que según Servio eran siete objetos de: el alfiler de la madre de los dioses, una cuádriga de barro de los Veyenses, las cenizas de Orestes, el cetro de Príamo, el velo de Iliona, los escudos sagrados de Marte, y el Paladion, que era una imagen de la diosa Palas Atenea-Minerva, que fue el amuleto de Troya y que Eneas trajo de esa ciudad junto con los Penates.
Durante los días de las Vestalia las matronas acudían con los pies desnudos y el cabello suelto para pedir por el bien de su hogar y su familia, tal como acudían en momentos de sequía a rogar la lluvia a Júpiter. Solían llevar al templo platos con manjares variados y las vestales les ofrecían la mola salsa. La razón por la que iban descalzas debía ser de carácter mágico para tener mayor contacto con la tierra y los dioses ctónicos. Aunque Ovidio nos da otra explicación: este lugar que actualmente ocupan los foros estaba antaño cubierto por húmedos marjales (...) Hoy día estos parajes son tierra seca pero aquella antigua costumbre ha perdurado.
El 9 de junio la fiesta era más popular, era la fiesta de los panaderos y los molineros, por su relación con el fuego puesto que lo utilizan en los hornos para hacer el pan. Adornaban a los asnos, ayudantes de su trabajo y también las ruedas de los molinos con coronas de violetas y panecillos.
El asno participa de la fiesta por su actividad en la molienda del grano, pero también por ser el animal consagrado a la diosa Vesta ya que, tras un banquete al que asistieron los dioses, ésta se qudó dormida y estuvo a punto de ser violada por el borracho Príapo. El rebuzno de un asno la puso en guardia y sus gritos le hicieron huir.
Vía Hortus Hesperidium
jueves, 2 de octubre de 2008
Vestalia
Publicado por Persio a las 10:35
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
9 comentarios:
que quieres que te diga, con el nombre ese de Penus Vestae, para mi que ahi se hacia de todo menos ofrendas y sacrificios. demasiados "rituales" debian de hacer esas jovencitas. Tu ya me entiendes.
besos.
El penus vestae.... ha hecho correr ríos de tinta...
las vestales tenían algo de fama de "putas de lujo". Supongo que, como en todo, muy sensacionalista y tal... pero quizá haya algo cierto... quién sabe! ;-)
Qué mal pensados que sois... ¡Esto es indignante! ;)
Las Vestales, interesante parte de la mitología. Me has recordado que dentro de poco se acerca la fecha en la que tengo que acabar la Eneida.
Un beso!
Hola, conociendo tu espacio... prometo volver.
saludo desde Buenos Aires
Te abrazo.
MentesSueltas
alu, suerte con la Eneida. Yo tuve la desgracia de leerla en una pésima traducción. Si encontrase una buena, le daría una segunda oportunidad al libro.
gracias por el vuelo, mentes
Un interesante artículo. Las vestales eran sumamente respetadas en Roma y gozaban de un gran prestigio. Cierto que hubo algunas que incumplieron con su promesa de consagrar su castidad a Vesta, pero fueron pocas y, desde luego, muy duramente castigadas. Sin querer estropear el tono festivo de algunos comentarios, diré que se tomaban muy en serio su cometido y estaban muy lejos de dedicarse a jueguecitos eróticos. Otra cosa es lo que el cine o ciertas novelas, para vender más y mejor, hayan querido difamar sobre ellas. Besitos.
Una excelente cátedra de Historia de Roma. Abrazos
Isabel romana, ¿tiene límite la ciencia clásica en tu saber? Si, ya sé..., ya sé que no.
fgiucich, la catedrática está en el renglón de arriba.
Publicar un comentario