En la Nueva Orleans de los años sesenta se produce un caos de personajes paradójicos y situaciones rocambolescas. Ignatius J. Reilly, el protagonista de La conjura de los necios, es un joven de treinta años que vive con su madre sin haber pegado un palo al agua en su vida.
El autor del libro, John Kennedy Toole, nos cuenta cómo Ignatius tiene que ponerse a trabajar. Definitivamente. Al mismo tiempo que Ignatius desarrolla los más célebres empleos, escribe su Diario de un joven trabajador, o adiós a la holganza. Su vida necesita un poco de acción durante el día, y un poco de reflexión nocturna en la alcoba. Los papeles recorren las calles de Nueva Orleans para contarnos los trabajos y aventuras de Ignatius J. Reilly: primero, como vendedor de salchichas –él mismo es su mejor cliente, se lo come todo-, luego de archivero en una empresa de pantalones pasados de moda. En todas partes Ignatius se siente incomprendido –no hay quien se adapte a este chico- y siempre termina por liarla.
Hay otros personajes curiosos en el libro: está la madre de Ignatius, una semianciana despendolada que encuentra una especie de amante con posibilidades económicas; está el patrullero Mancuso –a quien su jefe odia y le hace patrullar disfrazado por los peores barrios de la ciudad-; está Trixie, la vieja secretaria de la empresa de pantalones viejos, siempre a la búsqueda de una mecedora para su jubilación; y está Myrna, el único contacto de Ignatius con un mundo más o menos sano y neoyorkino. Myrna es el flotador de Ignatius, quien le sacará a flote definitivamente, la salvavidas voluntaria de un amor que se quiere redentor. Myrna llega cuando tiene que llegar. Es una chica puntual y oportuna.
Hay otros personajes curiosos en el libro: está la madre de Ignatius, una semianciana despendolada que encuentra una especie de amante con posibilidades económicas; está el patrullero Mancuso –a quien su jefe odia y le hace patrullar disfrazado por los peores barrios de la ciudad-; está Trixie, la vieja secretaria de la empresa de pantalones viejos, siempre a la búsqueda de una mecedora para su jubilación; y está Myrna, el único contacto de Ignatius con un mundo más o menos sano y neoyorkino. Myrna es el flotador de Ignatius, quien le sacará a flote definitivamente, la salvavidas voluntaria de un amor que se quiere redentor. Myrna llega cuando tiene que llegar. Es una chica puntual y oportuna.
2 comentarios:
A mí el libro me encantó, pero he de reconocer que el final me pareció digno de una escapada rápida. Para mí Myrna no llega cuando tiene que llegar, es más igual no tendría ni que llegar o haber llegado antes. Aún así creo que el libro es fantástico y refleja muy bien a un colectivo de personas que, a veces, cuanto más ilustradas son, más intransigentes se convierten.
Para mí: genial hasta el final. "El final de la escapada..."
Creo que ese final es el que le va al libro. Hay que largarse de allí...
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