jueves, 21 de junio de 2007

Apadrinamientos varios



Ahora se pueden apadrinar hasta las palabras. Una iniciativa simpática -por qué no- pero que evidencia una concepción protectora del lenguaje, esa institución espontánea del hombre, como F. Hayek señalara.

La web en cuestión propone escoger una palabra en desuso -del castellano o catalán- y votar por ella. La web se llama Reserva de Palabras. O sea, que es una especie de coto, o campo vallado y protegido para las palabras. También existen los padrinos de honor. Todo muy honorífico.
La segunda de las opciones apadrinadoras, la del catalán, ya nos indica por donde van los tiros. Y es que esta lengua vernácula lleva décadas de sobreprotección e imposición. Autoritarismo lingüístico nacido de la buena voluntad -siempre la buena voluntad-, que parte del proteccionismo y termina en la ineficacia. Por mucho que se multen los carteles comerciales en castellano en las calles, o se discrimine al castellano en las escuelas, nuestra lengua se hablará en los patios de los colegios; los que pasen por debajo de los carteles, la hablarán. Cuanto más libre una lengua, más viva y longeva. Ay del proteccionismo, siempre contraproducente, a fuer de autoritario.

La lengua no necesita de padrinos, ni de censores políticamente correctos, ni de mafias académicas. La lengua es irreprimible y libérrima. Las palabras nacen, se transforman, pasan de padres a hijos, se intercambian entre coetáneos, se manosean -se dejan manosear-, se hacen y se deshacen, juegan ilimitadamente, diciendo adiós a los presuntos padrinos.


Persio

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