martes, 16 de octubre de 2007

El rey Midas



Cuando Midas era pequeño, se dice que las hormigas hacían cola para llevar las miguitas de pan hasta sus labios. De mayor se convirtió en el rey de los mosquianos.

El rey Midas tenía un enorme jardín de rosas. Un día, en el jardín, encontraron durmiendo a un viejo sátiro...

Los jardineros le despertaron y le preguntaron:

-¿Quién eres? ¿Qué haces aquí?

-Me llamo Sileno. Iba con el ejército de Dionisio hasta que me encontré perdido.

Los jardineros lo ataron con guirnaldas de flores y lo llevaron ante el rey.

El sátiro se puso a contarle al rey Midas muchas historias; por ejemplo, la del país de los Hiperbóreos, un continente perdido al otro lado del océano en el que vivían unos hombres felices gobernados por leyes justas.

-En el país de los Hiperbóreos hay árboles que dan un fruto que rejuvenece… Los ancianos que lo comen se convierten en hombres maduros, luego se convierten en jóvenes, luego en niños…, ¡y luego desaparecen!

-¿Y si no comes el fruto?

-No te pasa nada.

Sileno deleitó al rey Midas con otras muchas historias de viajes.

El dios Dionisio echaba de menos a su sátiro Sileno. Cuando se enteró de que estaba en casa del rey Midas, fue a visitarle.

-Sileno es mi antiguo maestro. Deja que vuelva conmigo…

-¿Y qué me darás a cambio?

-¿Qué quieres? –le preguntó el dios.

-Que todo lo que toque se convierta en oro.

Y así se hizo.

El rey Midas se encontró con que las flores, las piedras, los cubiertos de la mesa, la mesa misma, la comida que llegaba hasta sus labios y la bebida que llegaba hasta su boca, todo lo que tocaba se convertía en oro.

-¡Qué sed tengo…! ¡Qué hambre…!

Dionisio se divertía con el pobre rey Midas; muy rico, sí, pero que ni siquiera podía comer... El oro no se comía.

-Tienes que hacer algo…

Le pidió a Dionisio.

-Está bien -le contestó el dios-. Viaja hasta las fuentes del río Pactolo y báñate en ellas.



De esta forma quedó el rey Midas liberado de su hechizo: conforme se bañaba, el poder pasó de su cuerpo al lecho del río, cuyas arenas quedaron convertidas en oro. ¡Menudo tesoro que se encontró a sus pies!

Así es como el rey Midas consiguió todas sus riquezas.