jueves, 5 de julio de 2007

Descocadas, ebrias, lúbricas



Así eran las sacerdotisas de Dionisio, según la académica definición. Eurípides les dedicó su última tragedia. Las adoradoras del dios del vino, realizadoras de rituales mistéricos, estaban loquitas por su dios, conocido por sus múltiples viajes...


Dionisio, hijo de Zeus, fue raptado por los gigantes Titanes nada más nacer. Los gigantes despedazaron su cuerpo y lo hirvieron en una caldera. Posteriormente, su abuela Rea juntó los pedazos y le devolvió la vida.
Hermes llevó volando al pequeño dios hasta el monte Nisa. Allí lo puso al cuidado de unas ninfas que lo alimentaron con miel (pues el aguamiel es bebida de dioses). En el monte Nisa, Dionisio creció e ideó el vino.
Viajó por todo el mundo acompañado de un ejército de Sátiros y Ménades. En el río Nilo se encontró con las Amazonas, a las que pidió ayuda para derrotar a los gigantes Titanes. Luego se dirigió a Oriente. Para cruzar el Éufrates construyó un puente de plantas; el río Tigris lo pasó a lomos de un tigre que le envió su padre Zeus. Dionisio llegó a la India, donde fundó grandes ciudades.
De allí regresó montado a lomos de elefante.
En Grecia fue derrotado por Licurgo, rey de los edonios. A pesar de que todo su ejército cayó prisionero, Dionisio logró huir zambulléndose en el mar. Buscó refugio en la cueva de la diosa Tetis. (Su abuela Rea, una vez más, acudió en su ayuda, rescatando a todo su ejército.)
Cuando toda la región de Beocia, en Grecia, le reconoció como dios, Dionisio inició un viaje por las islas del mar Egeo, sembrando de alegría los lugares por los que pasaba (aunque también sembraba el miedo entre sus enemigos). Dionisio navegaba en un barco en forma de luna nueva, desgastado después de tanto viaje.
En Icaria tuvo que alquilar otro barco a unos marineros que se dirigían a la isla de Naxos. Pero los marineros resultaron ser piratas; y no sabiendo que Dionisio era un dios, querían venderlo como esclavo. Dionisio utilizó sus poderes: hizo crecer una vid en la cubierta del barco, transformó los remos en serpientes, y él mismo se convirtió en león. Toda la embarcación se llenó de bestias fantasmales y de sonidos de flautas...
Los piratas se lanzaron al mar aterrorizados y se convirtieron en delfines.

Persio

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