Al final de cada Gran Año la ciudad de Atenas tenía que enviar a Creta como tributo siete muchachos y siete doncellas. Teseo, primo de Hércules, fue uno de los muchachos elegidos.
Antes de iniciar el viaje, en el Templo del Delfín, Teseo ofreció a Apolo una rama de olivo atada con lana blanca para que el dios le protegiera.
El sacerdote le dijo:
-La diosa Afrodita será tu guía.
El sexto día del mes de Muniquión –o sea, un 6 de abril- partió la nave con los jóvenes atenienses. El piloto de la nave se llamaba Féax. El barco llevaba las velas negras por la pena profunda que los ciudadanos de Atenas sentían al despedir a sus muchachos. Sin embargo, Teseo guardaba una vela blanca –en señal de esperanza- pues pensaba regresar y colocarla en su nave a la vuelta.
La nave llegó a la isla de Creta, donde fue recibida por el rey Minos. Entre los acompañantes del rey estaba su hija Ariadna, que nada más ver a Teseo se enamoró de él.
El rey Minos dijo a los muchachos recién llegados:
-Si queréis regresar a casa tendréis que derrotar al Minotauro.
El Minotauro era un monstruo con cabeza de toro que se encontraba en un Laberinto del que nadie había conseguido salir con vida. Teseo sería el encargado de intentar matar al monstruo, primero, y de encontrar la salida del Laberinto, después.
Ariadna le dijo a Teseo:
-Te ayudaré a matar al Minotauro si me llevas contigo a Atenas y me haces tu esposa.
Teseo estuvo de acuerdo. Y Ariadna le entregó entonces un ovillo mágico.
Teseo ató un cabo del ovillo a la puerta de entrada y, armado de una poderosa maza, se adentró en el Laberinto para hacer frente al Minotauro, llamado Asterión. Después de atravesar muchas puertas, pasillos y pasadizos, siempre deshaciendo el ovillo mágico tras de sí, Teseo se encontró frente a frente con el Minotauro –el toro del rey Minos- y lo mató con su maza.
Luego siguió el hilo que había dejado atrás, y consiguió salir del Laberinto.
A la noche siguiente, Teseo, Ariadna, el piloto Féax, y el resto de los muchachos se embarcaron en la nave sin que el rey Minos los viera partir (pues aunque tenían derecho a regresar a su hogar al haber derrotado al Minotauro, el rey no sabía que su hija también se marchaba con ellos).
Unos días después la tripulación desembarcó en la isla de Naxos para descansar. Por la noche, mientras Teseo dormía, el dios Dionisio se le apareció en sueños y le pidió que le entregase a Ariadna.
Teseo, al despertar, vio que la nave de Dionisio se acercaba a la isla. Y comprobando que su sueño se había hecho realidad, antes de que Ariadna se despertara, huyó de la isla con el resto de los muchachos. Ariadna, sin embargo, se quedó dormida y abandonada en la playa.
Dionisio, desde su barco, lanzó un hechizo a la nave de Teseo para que éste olvidara la promesa que había hecho a Ariadna de casarse con ella.
Cuando Ariadna despertó, se vio sola en la isla y empezó a llorar desconsoladamente.
El dios Dionisio oyó su llanto mientras desembarcaba en la isla. Dionisio llegaba con su alegre corte de Sátiros y Ménades, quienes, con el correr del tiempo, serían los que animarían la futura boda del dios con Ariadna. En la ceremonia, Dionisio puso en la cabeza de su prometida una corona de oro y gemas rojas de la India dispuestas en forma de rosa.
Después de la boda, Dionisio colocó la corona entre las estrellas del cielo.
Y ahora, si miráis al norte, aún podréis ver la Corona Boreal de Ariadna, tal y como Dionisio la dejó.
Antes de iniciar el viaje, en el Templo del Delfín, Teseo ofreció a Apolo una rama de olivo atada con lana blanca para que el dios le protegiera.
El sacerdote le dijo:
-La diosa Afrodita será tu guía.
El sexto día del mes de Muniquión –o sea, un 6 de abril- partió la nave con los jóvenes atenienses. El piloto de la nave se llamaba Féax. El barco llevaba las velas negras por la pena profunda que los ciudadanos de Atenas sentían al despedir a sus muchachos. Sin embargo, Teseo guardaba una vela blanca –en señal de esperanza- pues pensaba regresar y colocarla en su nave a la vuelta.
La nave llegó a la isla de Creta, donde fue recibida por el rey Minos. Entre los acompañantes del rey estaba su hija Ariadna, que nada más ver a Teseo se enamoró de él.
El rey Minos dijo a los muchachos recién llegados:
-Si queréis regresar a casa tendréis que derrotar al Minotauro.
El Minotauro era un monstruo con cabeza de toro que se encontraba en un Laberinto del que nadie había conseguido salir con vida. Teseo sería el encargado de intentar matar al monstruo, primero, y de encontrar la salida del Laberinto, después.
Ariadna le dijo a Teseo:
-Te ayudaré a matar al Minotauro si me llevas contigo a Atenas y me haces tu esposa.
Teseo estuvo de acuerdo. Y Ariadna le entregó entonces un ovillo mágico.
Teseo ató un cabo del ovillo a la puerta de entrada y, armado de una poderosa maza, se adentró en el Laberinto para hacer frente al Minotauro, llamado Asterión. Después de atravesar muchas puertas, pasillos y pasadizos, siempre deshaciendo el ovillo mágico tras de sí, Teseo se encontró frente a frente con el Minotauro –el toro del rey Minos- y lo mató con su maza.
Luego siguió el hilo que había dejado atrás, y consiguió salir del Laberinto.
A la noche siguiente, Teseo, Ariadna, el piloto Féax, y el resto de los muchachos se embarcaron en la nave sin que el rey Minos los viera partir (pues aunque tenían derecho a regresar a su hogar al haber derrotado al Minotauro, el rey no sabía que su hija también se marchaba con ellos).
Unos días después la tripulación desembarcó en la isla de Naxos para descansar. Por la noche, mientras Teseo dormía, el dios Dionisio se le apareció en sueños y le pidió que le entregase a Ariadna.
Teseo, al despertar, vio que la nave de Dionisio se acercaba a la isla. Y comprobando que su sueño se había hecho realidad, antes de que Ariadna se despertara, huyó de la isla con el resto de los muchachos. Ariadna, sin embargo, se quedó dormida y abandonada en la playa.
Dionisio, desde su barco, lanzó un hechizo a la nave de Teseo para que éste olvidara la promesa que había hecho a Ariadna de casarse con ella.
Cuando Ariadna despertó, se vio sola en la isla y empezó a llorar desconsoladamente.
El dios Dionisio oyó su llanto mientras desembarcaba en la isla. Dionisio llegaba con su alegre corte de Sátiros y Ménades, quienes, con el correr del tiempo, serían los que animarían la futura boda del dios con Ariadna. En la ceremonia, Dionisio puso en la cabeza de su prometida una corona de oro y gemas rojas de la India dispuestas en forma de rosa.
Después de la boda, Dionisio colocó la corona entre las estrellas del cielo.
Y ahora, si miráis al norte, aún podréis ver la Corona Boreal de Ariadna, tal y como Dionisio la dejó.
2 comentarios:
grax... me salvaste consegui la info para la esc.bien....¡¡¡¡ bye
De nada :)
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